viernes, 5 de enero de 2024

Los billetes de necesidad en Benínar

En 2009 escribí un artículo que denominé “El banco de Benínar”. Artículo que quiero desarrollar al disponer de nueva documentación. Sepamos más sobre este tema.

1938 no fue un año bueno para nadie. España estaba dividida en tres bandos: los nacionales, los republicanos y los que sólo querían vivir en paz (que eran la mayoría y les traía floja las ideas revolucionarias o conservadoras de unos u otros). Los años de guerra destrozaban al país y a su sociedad desde los cimientos. El miedo, la envidia, el odio… campaban a sus anchas por las calles de ciudades y pueblos buscando a quien culpar y descargar la ira acumulada durante generaciones.

Benínar no fue la excepción, pero este no va a ser el artículo donde os hable de ese tema, para eso deberán pasar muchos años porque los hechos acaecidos todavía levantan ampollas 83 años después de haber ocurrido.

Esta historia comenzó el 15 de septiembre de 1938, el ayuntamiento convoca un pleno para tratar un asunto sumamente delicado, no hay dinero en circulación en el pueblo para realizar las compras diarias.



50 céntimos de 1937


En los últimos años de la Guerra Civil hubo una gran escasez de moneda fraccionaria en circulación, las monedas de cobre y plata desaparecieron rápidamente porque tenían mayor fiabilidad para las gentes que el papel moneda. Esto último quedó patente al acabar la guerra, todos aquellos que habían cambiado los billetes viejos por nuevos perdieron todos sus ahorros dado que carecían de valor. El gobierno republicano no dejó ni un momento de fabricar billetes, necesitaban dinero y las máquinas trabajaban noche y día, papel moneda que no valía nada.


Billete de 1927


Siendo niño me conto mi abuela que un poco antes de acabar la guerra llegó un camión al pueblo, con un altavoz pregonaba por sus calles el mensaje “se cambian billetes viejos por nuevos, cambie sus billetes rotos por nuevos, así durarán más…” y ni que decir que muchos picaron. Cambiaban billetes con fecha anterior a 1936 por otros con fecha posterior ya que nadie sabía (los del camión sí) que el gobierno franquista en diciembre de 1938 emitió un decreto por el que los billetes emitidos después del 18 de julio de 1936 dejaron de tener valor. 13.251 millones de dinero legal en circulación y 10.536 millones depositados en cuentas corrientes y de ahorro pasaron a no valer nada en el lado franquista.

El oro y plata siempre han sido refugio para la inflación. Las monedas de Alfonso XII y XIII e incluso Isabel II estaban muy cotizadas entre la población y se guardaban a buen recaudo, de hecho eran las usadas en grandes compras, por ejemplo cuando se compraba una casa o tierra.




5 pesetas de plata. 1878 Alfonso XII


En 1938 el gobierno republicano aprobó un decreto prohibiendo y considerando delito la posesión de monedas de plata, necesitaba que la gente entregara esa plata para financiar la guerra. Pero ahí no acaba todo, el gobierno de Franco en Burgos, el 20 de enero de 1939 promulgó una ley que privaba de curso legal a todas las monedas de plata anteriores a la guerra y ordenaba su requisa y entrega por parte de sus propietarios, a cambio le daban el valor en billetes (menudo negocio, ya que con una inflación disparada el dinero cada vez valía menos).

El quince de septiembre de ese año, 1938, el alcalde Juan Maldonado Sánchez, mi abuelo, convoca a los vocales Francisco Sánchez, Aurelio Maldonado Sánchez y Federico Checa para tratar de solucionar el problema de la falta de moneda fraccionaria. Se manda imprimir vales de moneda para que circulen en Benínar, con la garantía de su Concejo Municipal por una cantidad de mil pesetas en la siguiente forma:

-quinientos vales de una peseta.
-quinientos vales de 50 céntimos.
-mil vales de 25 céntimos.


Billete de 1 peseta



Vale manuscrito de 25 céntimos


Billete de 50 céntimos


Esta cantidad de mil pesetas, en billetes del Banco de España, se guardó en las arcas municipales en calidad de depósito, era el dinero que avalaba esos vales. Se encargó a una imprenta (seguramente de Berja o Adra) los billetes de 1 peseta y 50 céntimos, los de 25 céntimos se hicieron a mano (así se ahorraba en gastos de impresión).

Los nuevos billetes o vales, se pondrían en circulación según las necesidades del pueblo, serian de curso legal y valor local, conforme llegase moneda republicana se irían canjeando.

De este modo el ayuntamiento de Benínar se convirtió en un banco.

El año pasado encontré estos billetes por casualidad en Barcelona, formando parte de una colección privada. No os podéis imaginar la emoción que sentí al verlos, creía que no quedaba ninguno ya que fueron destruidos conforme se cambiaban en el ayuntamiento por billetes de curso legal. Estos se salvaron porque alguien se los llevó a Cataluña metidos en la cartera, acabó la Guerra Civil, dejaron de tener valor y terminaron en manos de un chiquillo llamado Martí Cot que empezó a coleccionar billetes de este tipo, hoy llamados de necesidad.

Saludos Benínar.


miércoles, 1 de noviembre de 2023

El dinar de Benínar

Hubo un tiempo en el que los habitantes de Benínar no hablaban nuestra lengua, se entendían en árabe andalusí, una mezcla de árabe bereber, latín y lenguas romances. Rezaban a un Dios llamado Alá y seguían los mandamientos de Mahoma, su profeta. Eran tiempos en los que las voces de los almuecines resonaban por los barrancos de la Alpujarra llamando a la oración cinco veces al día.

La Alpujarra era un lugar próspero, no por su agricultura o ganadería sino por la seda. Miles de moreras rodeaban con su verdor los blancos pueblos alpujarreños y miles de sus habitantes vivían por y para ellas, engordando con sus hojas a los gusanos e hilando los capullos que estos hacían. La fama de la calidad y belleza de sus telas surcó mares atrayendo comerciantes de lugares muy lejanos. Dicen que hasta el emperador de China envió espías para averiguar sus secretos. Bolsas repletas de dirhem y dinares tintineaban por los zocos de aquellos pueblos para comprarla.


Dinar de Almería. Época de los Almorávides. AH 521


El dírhem era la moneda de plata y el dinar de oro, usadas en la antigüedad en el mundo árabe y también en los reinos cristianos. Europa era deficitaria en metales preciosos por lo que para comerciar se usaba toda moneda de oro o plata, no importaba la procedencia, se tenía en cuenta su ley, su pureza. (Como anécdota señalar que las monedas de plata de Alfonso XII y XIII estuvieron en circulación hasta 1938, en 1940 se ordenó su entrega en el Banco de España y su cambio por billetes).

Los metales preciosos eran muy codiciados, eran la base del sistema monetario y necesarios para la actividad comercial. El comercio crea riqueza y prosperidad, el intercambio de productos e ideas convergen para el desarrollo de las civilizaciones. En el Reino de Granada se obtuvo plata de la mina de Castala en Berja y oro en los ríos Genil y Darro, metales que una vez fundidos se convertían en joyas y monedas.


Dirhem de Abderrahman III. AL-Andalus. AH 331.


En aquella época Benínar era un puñado de casas, alguien, tiempo ha, vio negocio en aquel cruce de caminos y construyó una fonda para que pudieran descansar los viajeros por un precio mucho menor al que cobraban en los pueblos de alrededor.

Poco a poco aquel lugar fue llenándose de casas. Las tierras que había en la orilla del río eran tan fértiles como las del Nilo, a su semejanza, cada vez que salía la Rambla de Turón las volvía a rellenar con otra capa de arena que hacía crecer el trigo hasta la altura de un niño de 12 años. Las cosechas eran tan generosas que se construyó un molino en su orilla.

Había una montaña enfrente de aquellas casas, con ladera de tierra y miraba al sur, así que la abancalaron y llamaron Mojolones por los mojones que delimitaban las propiedades. En las orillas de los bancales plantaron olivos y moreras, en el resto legumbres. Poco a poco aquel lugar fue ganando importancia, la producción excedente se vendía en los pueblos de alrededor. Con el tiempo se allanó un terreno al lado de las casas y se construyó una mezquita, orientada hacia la Meca como debe ser, pequeña, en proporción al número de habitantes y modesta porque los lugares sagrados no necesitan lujos. Debajo de ella, con los escombros se rellenó el terreno y se hizo una plaza con casi las mismas varas de largo que de ancho.

Nadie sabe por qué aquel lugar se le llamó Benínar y creo que nadie jamás lo sabrá. El nombre encierra una aureola de misterio, “Hijo o hija del fuego”, su significado es lo que le da ese morbo. Tampoco se sabe lo que significa la palabra Darrícal y a sus gentes les da igual, a veces es mejor no saberlo todo porque entonces seríamos sabios.




Esta historia comienza en el año 751 de la Hégira (aproximadamente el año 1340 de la era cristiana), Yunes Selam era un joven de once años, hijo del posadero, bueno, uno de sus once hijos, al que gustaba escaparse cuando todos trabajaban e ir al río. Le encantaba tirar piedras al agua, ver como salpicaba y escuchar el ruido que hacían al chocar unas con otras. Como en su casa ya sabían de esa afición y que era imposible quitársela, la madre le decía “ya que vas al río tráete un cántaro con agua”.

Un día al lanzar una piedra algo brilló en el agua, un fugaz destello de luz avivó la curiosidad del niño. Descalzo se metió en el río, se dirigió a un recodo lleno de fina arena, al acercarse otra vez brilló, fue como si al Sol se le hubiera escapado un rayo, boquiabierto metió la mano en el agua cerrándola rápidamente no vaya a ser que aquello que brillaba se le escapara. Asustado salió corriendo hacia un cañaveral que tapaba la puerta de una cueva, cueva de la que manaba agua. Aquel era su lugar secreto, el sitio donde se escondía cuando las travesuras agotaban la paciencia de su padre o hermanos. Allí se sentía seguro, miró hacia todos lados asegurándose de no haber nadie, apretaba con brío aquel puñado de arena, abrió la mano y apareció semienterrado un objeto circular de tamaño un poco más grande que una uña y que brillaba como un espejo.

Yunes había visto aquel brillo una vez, era igual que la que le dieron a su padre hace un par de años cuando vendió las telas de seda que tan laboriosamente habían tejido su madre y hermanas.  


Casulla de San Juan de Ortega 1080-1163. La capa tiene una inscripción referida al emir almorávide Alí ben Yusuf, gobernador de Granada entre 1126 y 1138, para quien debió ser tejida.


Sabía que con aquella moneda se podía comprar muchas cosas, aquellas con las que había soñado durante tantos años. La próxima vez que fuera a Berchat (Berja) con su padre, como siempre tardaba mucho negociando los precios, iría a la tienda de Mohamed y le compraría todas las golosinas hechas con dátiles y miel, las que traían de Tánger en barco. Aquellos dulces los probó por primera vez en la boda de Fátima, su hermana y quería volver a sentir el dulzor que le explotaba en la boca al morderlas.

Yunes no sabía dónde guardar aquella moneda, tanto la acariciaba que acrecentaba su brillo y temor a que la descubrieran y se la quitaran. No podía pasar más noches despierto mirando el puño cerrado que la guardaba. Una noche con luna llena salió a escondidas de la casa, fue dirección al molino por donde cruzó el río, atravesó el cañaveral y se adentró en su cueva, con un palo hizo un agujero en el suelo y depositó aquel tesoro, ¡¡¡Aquí nadie te encontrará!!! Le susurraba a la moneda.  

Para un niño la vida en aquel lugar no era fácil, la monotonía del día a día lo exasperaba, él tenía sed de aventuras, de juegos, se imaginaba vestido de guerrero luchando contra los infieles, conquistando y saqueando ciudades y pueblos en el nombre de Alá. La realidad era otra, había que trabajar. Cada hermano tenía su responsabilidad, a diario había que traer leña, agua del río, sacar a pastar y vigilar el ganado, ordeñar las cabras, recoger hojas de morera… Sus hermanas, en cambio, estaban todo el año trabajando la seda cuyos productos ofrecía y vendía su padre a los comerciantes que se alojaban en su casa.


Soldados de Al-Andalus.


Una tarde llegaron unos soldados. Al mando iba un capitán a lomos de un caballo, iban recorriendo el cauce del río porque en la costa habían visto desembarcar a unos extranjeros que llegaron en un pequeño barco con forma de dragón. La seda que se hilaba en la Alpujarra era famosa en todo el mundo conocido, famosa y deseada por comerciantes y ladrones.

Su padre los recibió con sumo agrado, tenía hijas casaderas y un capitán siempre sería bienvenido a aquella familia.

Esa noche, en la cena, callado tomaba la sopa de legumbres que había preparado su madre. El padre había invitado a aquellos soldados a cenar y descansar. Escuchaba con temor las historias que contaba aquel capitán sobre esos hombres rubios, barbudos, altos como una casa y armados con hachas y espadas, llevaban años asaltando ciudades de Al-Ándalus, matando, secuestrando y robando.


Desembarco vikingo. Foto Shutterstock


Aquella noche Yunes tenía mucho miedo ¿Y si su moneda despertaba de nuevo y atraía con su brillo a aquella gente tal como le sucedió a él? No podía dormir, así que decidió salir a hurtadillas, ir a la cueva y comprobar que su tesoro seguía allí y no brillaba. Para no hacer ruido dejó entornada la puerta de la calle, corriendo pasó por el molino y le extrañó que el perro no ladrara, pero su cabeza sólo pensaba en aquella moneda. Al final llegó al cañaveral que ocultaba la cueva, se adentró y sintió una mano que le tapaba media cara, el terror se apoderó de él, era incapaz de moverse, de avisar con un grito a sus padres de que algo iba mal en aquel lugar. Hábilmente esa mano lo amordazó, ató y lanzó al fondo de la cueva, un frío acero se acercó a su cuello a la vez que oía extrañas palabras, no las entendía pero sabía que significaban.

Una hora después llegaron más hombres, traían a sus hermanas atadas y las armas goteando la sangre de sus padres y soldados. En ese momento se dio cuenta que su vida había cambiado, ya no volvería a jugar como niño en aquel lugar, su destino seria servir como esclavo. De una patada lo pusieron en pie y comenzaron a caminar río abajo, levantó los ojos, vio como las llamas devoraban las casas del lugar que lo vio nacer y unas palabras balbucearon en su boca… beni-naar (hijo del fuego).

Unos días al año, en otoño, al ponerse el Sol por encima de Murtas, un breve destello sale del pantano, lo sitúo en el mismo lugar donde estuvo la cueva de la fuentecica de la Virgen. Esa luz me recuerda que allí hubo un pueblo, que allí hay benineros enterrados desde hace más de 600 años y que allí se tejía la mejor seda de toda la Alpujarra.

Saludos.


miércoles, 18 de octubre de 2023

Benínar: 50 años de la riada del 73

Hoy se cumplen 50 años del hecho más trágico de la historia de Benínar. A partir de ese día empezó la cuenta atrás hasta su total desaparición y conversión en lo que es ahora, un charco para que naden los patos.

No voy a consultar libros, periódicos, vídeos, revistas… para hacer este artículo, sólo voy a poner cómo lo vivieron los padres, abuelos o familiares de muchos de los que ahora estáis leyendo esto y así lo reflejaron en las actas del ayuntamiento de Benínar.


Después de la riada. Colección Amelia Baños.



Después de la riada. Colección Amelia Baños.

Fecha 19 de octubre de 1973. A las 20:00 horas empieza la reunión.

“Por el señor alcalde presidente se da comienzo a la sesión extraordinaria exponiendo lo siguiente: que ante la situación de calamidad pública originadas por las inundaciones ocurridas en este pueblo en la mañana del día de hoy, se ha personado en los lugares afectados y oída la opinión del vecindario estimando que la situación es como sigue:

1º. Que en el término municipal de Benínar han quedado arrasados todos los Pagos colindantes al río y Rambla de Murtas. Estimándose en unos 800 celemines y dañados otros 200.

2º. En el término municipal de Darrícal, en propiedades de vecinos de Benínar, han quedado totalmente destruidos 400 celemines y afectados otros 400.

3º. El resto de la vega de Benínar y la parte del término de Darrícal propiedad de vecinos de Darrícal, se encuentra inutilizada a causa de haber desaparecido los cauces, acequias y presas con las cuales se regaba.

4º. Que todos los ramblizos colindantes a la Rambla de Murtas y al río Adra, a su paso por este término, ha destruido totalmente los cultivos de almendros y olivos que existían en sus márgenes.

5º. Que la única fuente existente en el pueblo ha quedado sin agua por la destrucción de las tuberías de conducción y daños producidos en la misma. Por lo que el pueblo ha quedado sin agua.

6º. Igualmente se hace constar que la pérdida definitiva del terreno, con balates, alambradas, murallas de contención, etc. Se ha perdido toda la cosecha de la uva, que precisamente en estos días se encontraba en plena faena a precios muy ventajosos para el labrador, así mismo se ha perdido la cosecha de naranja, maíz, patatas y habas.

Han sido destruidos los siguientes inmuebles: totalmente dos molinos harineros con sus viviendas y otro molino harinero con parte de su vivienda.

Así mismo fue necesario evacuar dos viviendas que quedaron inundadas.

7º. Manifiesta que poner nuevamente en riego la vega que ha quedado supondría una inversión de varios millones de pesetas, que excede de la capacidad económica de los vecinos de este pueblo. Por otra parte sería inútil y un esfuerzo perdido ante el próximo comienzo de las obras del pantano.

Ante la exposición de los hechos efectuada por el sr alcalde y después de un detenido examen de los mismos, este pleno del ayuntamiento acuerda solicitar a los poderes públicos las siguientes peticiones:

1º. Que en lo posible se acelere la puesta en marcha de las indemnizaciones que se prevén para las obras del pantano y, que sería a juicio de este ayuntamiento, la solución más idónea para todos los vecinos de este pueblo.

2º. Solicitar una ayuda económica para poner en funcionamiento la fuente y paliar de esta forma un problema tan acuciante como es el de la falta de agua.

3º. Que por los organismos competentes se estudie la forma de eximir de contribución totalmente aquellos terrenos que han desaparecido como cultivables.

4º. Igualmente se solicita una moratoria de los demás vecinos afectados parcialmente.

5º. Que por los organismos competentes se nombre una comisión que estudie y valore los daños ocasionados en las cosechas y haya una posible indemnización.

6º. En vista de todas las consideraciones que anteceden este pleno corporativo solicita encarecidamente de su excelencia haga todo lo posible porque se declare esta zona como de “calamidad pública” con todos los derechos que ello trae consigo.

Esta Corporación ruega a V.E. se persone en este pueblo en cuanto le sea posible para comprobar sobre el terreno la magnitud de los daños habidos.

Una vez terminada la sesión Corporativa se leyó el contenido del acta a los vecinos del pueblo que en masa habían acudido al ayuntamiento y a sus alrededores que asistieron a todos los apartados de la misma. Se levanta la sesión a las 22:30 horas”.

Hoy es un día triste para recordar.

Saludos, pueblo de Benínar.

domingo, 13 de agosto de 2023

El estanco de Benínar

No ha habido planta que haya tenido tanto éxito ni haya dado tantos beneficios económicos como la del tabaco (Nicotiana tabacum). Aquí en Granada se ha cultivado durante mucho tiempo hasta hace escasos siete años, se acabaron las subvenciones y dejó de ser rentable. En la zona de Vegas del Genil se pueden ver decenas de secaderos abandonados donde se colgaban una vez recolectadas y se dejaban secar. También se ha cultivado en Extremadura.

Su cultivo generaba gran cantidad de jornales, familias enteras dedicadas a su cultivo y recolección. Ahora, como con casi todo, sale más barato comprarlo en el extranjero. En este mundo globalizado los empresarios sólo piensan en aumentar beneficios y disminuir costes, no les importa cerrar una fábrica en Almería para abrirla en Marruecos, pero… ¿La calidad es la misma? Pues no.


Nicotiana tabacum


Con la llegada de los españoles a América se descubrieron gran cantidad de plantas, en este caso, se observó que los indios antillanos fumaban unas hojas que les daba una sensación agradable y placentera. En 1519 Hernández de Oviedo, gobernador de Santo Domingo, trajo las primeras hojas y en 1559 el historiador Hernández de Toledo las primeras semillas.

En el siglo XVI se creó el lucrativo régimen fiscal del Estanco del Tabaco, un monopolio del estado que tan rentable era que el propio Marqués de la Ensenada en el siglo XVIII dijo que eran “las rentas más pingües de la monarquía”.

En el primer tercio del siglo XVII se creó en Sevilla la primera fábrica de elaboración de tabaco que sería el embrión de la Real Fábrica de Tabacos.


Real Fábrica de Tabacos de Sevilla


Antiguamente había dos tipos de estancos, de décima y de salario. Los primeros además de tabaco vendían otros artículos, solían estar en lugares con poca población, el estanquero recibía el 10 por ciento de la venta. Los de salario eran aquellos cuyas ventas compensaban tener un empleado a sueldo, el límite se establecía en 900 reales al mes percibiendo el estanquero tres reales diarios, si vendía más de 1300 reales su salario se incrementaba un real más.

También hubo contrabando de tabaco, se compraba en Gibraltar, se transportaba en barco y desembarcaba en las playas de Adra, río arriba se distribuía por los diferentes pueblos de la Alpujarra.

Para que veáis su importancia para la Hacienda Pública, durante el confinamiento que sufrimos en esta pandemia se permitió que siguieran abiertos los estancos y que la gente pudiera salir a comprar tabaco. 

De los efectos indeseables de fumar no os voy a hablar ya que todos sabéis lo perjudicial que es.

Su nombre real es Expendeduría de tabacos, Estanco se refiere al régimen fiscal, también existía el Estanco de la sal y del papel timbrado. Había inspectores que revisaban los libros de cuentas para evitar fraudes.


Contrabando de tabaco


¿Cuándo se abrió el estanco en Benínar?

 El 18 de marzo de 1806 Pedro Fernández, vecino de Benínar, firma ante el Administrador de Rentas del partido de Ugíjar la concesión de un estanco de tabacos en el pueblo de Benínar.

Avala la concesión con un haza de tierra de riego, de ocho celemines de sembradura y cercada de álamos situada en la Vega del Lugar que linda con Juan Eugenio Maldonado, José Rincón Mayor y el río, que está tasada en cuatro mil reales.

En 1871 el estanquero se llamaba Juan Martín Moreno, estaba casado con Genoveva Lozano, tenían el negocio en la calle de la Iglesia nº 15.

En 1882 el negocio estaba en manos de un tal José Sánchez, en 1885 lo regentaba José Moral, en 1904 Juan Salinas, en 1916 Manuela Lozano Jiménez. El último estanquero fue Ángel Ruiz Roda.

El tabaco había que bajar a Berja y traerlo en mulo, cuando llegó la Alsina lo mandaban con ella.

En 1883 se vendían los siguientes tipos de tabacos:

-Cigarrillos largos engomados.

-Cigarrillos largos emboquillados.

-Cigarrillos cortos emboquillados.

-Cigarrillos cortos engomados.

-Cigarrillos de labor fina.

-Cigarrillos suaves, etc.

Como anécdota comentaros que el 11 de mayo 1916 se denunció un robo que así lo contaba un periódico de la época: “El comandante del puesto de Berja ha oficiado al Gobernador Civil participándole un robo cometido en la madrugada del día 11 de mayo de 1916 a la vecina del pueblo de Benínar, Manuela Lozano Jiménez, en su domicilio destinado a expendeduría de tabacos, de donde se llevaron los ladrones, según la dueña, 150 pesetas en metálico, 15 cajetillas de 50 céntimos, 18 de 25 céntimos y 80 de 20 céntimos. Abrieron para dicho robo un agujero en la puerta falsa de la casa por el cual metieron la mano y descorrieron el cerrojo.

Según todos los informes se cree sea falso el mencionado robo por las circunstancias que concurren en el hecho. Sin embargo, se continúan las diligencias a fin de discernir lo que haya de verdad”.

Saludos.

lunes, 24 de abril de 2023

Vídeos del Día de Convivencia del 16 de abril de 2023 en el camping del Pantano de Benínar.

 Ciento diez personas nos reunimos en el camping del pantano para volver a disfrutar de la amistad en nuestra querida tierra, Benínar.

Después de estos años de pandemia eran muchas las ganas que había de reunirse.

Este año he montado dos vídeos, el primero con mis fotos y el segundo con las que me habéis enviado y subido al Wasap.

Espero que los disfrutéis tanto como lo he hecho yo editándolos.







Saludos Benínar.

miércoles, 4 de enero de 2023

El teléfono en Benínar

Hace 147 años el escocés nacionalizado norteamericano Alexander Graham Bell patentó el teléfono y lo refirió como un aparato que transmitía sonidos por un cable a través de señales eléctricas. Graham Bell no fue realmente el inventor, este honor le corresponde al italiano Antonio Meucci que lo hizo en 1854 y, al carecer de recursos no pudo patentarlo. Meucci lo desarrolló para conectar su oficina con el dormitorio donde estaba su esposa enferma e inmóvil y así poder estar en contacto.





Durante el siglo XX las comunicaciones se desarrollaron de forma vertiginosa. El teléfono, la radio, la televisión… y al final internet han globalizado y empequeñecido este mundo, donde antes se tardaba días o meses ahora se hace en segundos.

La emigración en Benínar fue un hecho desde comienzos del siglo XX, el pueblo había aumentado su población de forma considerable durante el siglo XIX y llegó un momento en el que le era imposible mantener más habitantes. En América, Cataluña y otras comunidades cientos de benineros encontraron sustento, pero la soledad familiar, el cariño de padres, hermanos… debían buscarlo en las palabras que llenaban las cartas.

Tuvimos que esperar hasta comienzos de los 70 para que esas palabras no tardaran tanto en viajar.

La primera referencia que he encontrado sobre la instalación del teléfono en Benínar es del 25 de diciembre de 1920. A propuesta del alcalde de la época, (un tal Andrés del que omito apellidos por lo que cuento a continuación), que acuerda solicitar al Gobierno Civil el establecimiento de una estación telefónica municipal. El ayuntamiento se compromete a facilitar los postes necesarios para traer la línea desde la estación de Berja. Fue tal el entusiasmo del alcalde que decía que era “con el fin de que este pueblo disfrute de los beneficios del progreso, tan necesarios para una región próspera en agricultura y comercio”. Los años pasan y no sucede nada.

En 1932, el ayuntamiento hace una auditoría y descubre que durante el ejercicio del anterior alcalde había una partida de 500 pesetas en gastos de instalación del teléfono municipal y claro, en todo el municipio no había teléfono alguno. Se investigó dicha partida y se descubre que con fecha del 20 de marzo de 1922 fue liberada dicha cantidad por el alcalde a favor de su hijo Andrés, por quien estaba firmado el recibo y que era menor de edad. Se requiere al anterior alcalde que acuda al ayuntamiento y exponga o alegue las razones que estime oportunas para justificar el gasto de 500 pesetas.

El citado Andrés ya no vivía en el pueblo, así que envió una carta exponiendo los hechos. Alegaba que dicho dinero fue invertido por él en la compra de 50 palos (que importaron la cantidad de 400 pesetas) y las cien pesetas restantes eran para hacer los hoyos para colocarlos y poner el cableado del teléfono de Berja a Benínar. Que dichos palos se encontraban en una finca de su propiedad y que él tiene en su poder las 100 pesetas. Reconoce que esos fondos pertenecen al municipio y que ya no es él el que ha de disponer sus inversiones ofreciéndose a ingresar el dinero en la caja municipal y a la entrega de los palos.

El ayuntamiento le responde que no necesita los palos para nada y que se le da de plazo cinco días para que restituya las 500 pesetas bajo apercibimiento de proceder contra él por la vía de apremio.

El dinero fue devuelto, más otras 100 pesetas que aquel señor había cobrado de forma indebida por otro asunto.

Benínar, en su medio milenio de historia ha tenido excelentes alcaldes, personas que después de una dura jornada de trabajo en el campo tenían que ocuparse de los problemas del pueblo. Problemas que casi siempre fueron de carácter económico, con lo poco que se recaudaba en impuestos había que pagar a los maestros, su vivienda, al secretario del ayuntamiento, la luz… los gastos menores quedaban siempre a la espera de que hubiera fondos.





Cuarenta y dos años después se vuelve a retomar la instalación del teléfono. Presidia el ayuntamiento Juan Ruiz Martín, a mi parecer uno de los mejores alcaldes que ha habido en el pueblo. Su primer acierto fue unir en la petición a Benínar y Darrícal, de este modo se tendría una posición de fuerza en la demanda.

El 24 de febrero de 1966 se reúne la corporación y “después de un cambio de impresiones en animada discusión y considerando que este servicio proporcionaría incalculables beneficios para todo el vecindario, se acuerda por unanimidad autorizar al señor alcalde para que, conjuntamente con el de Darrícal solicite de la Compañía Telefónica Nacional de España (CTNE), las condiciones que se exigen para tal servicio, así como la aportación económica que para ello es preciso aportar en metálico, y una vez que se conozcan las condiciones que exponga Telefónica, se proceda seguidamente a los ulteriores trámites para conseguir la ejecución de la obra”.

Se envían varios escritos y finalmente el 29 de agosto Telefónica manda un comunicado a ambos ayuntamientos diciendo “que tan pronto sus disponibilidades lo permitan, será atendida la petición formulada”. Esto cayó como un jarro de agua fría en las ilusiones de ambos pueblos.

Para que un pueblo, ciudad, región o país progrese es imprescindible invertir en infraestructuras. Para desarrollarse hay que tener buenas carreteras, aeropuertos, trenes, puertos… Nuestra tierra, la Alpujarra, siempre ha sido la gran olvidada, en los años 20 se construyó la carretera que tenemos hoy en día y en la que influyó en su trazado los caciques de la época. Un cortijo vale más y tiene mejores servicios si una carretera pasa por su puerta. El cortijo del Llano, el de Faura, de Barros, la Mecila… se vieron beneficiados por el paso de la carretera por sus cercanías cuando el trazado por el Llano era el más idóneo. Esta es otra historia que en su día abordaré.


Línea Barcelona-Zaragoza en los años 20



El tema vuelve a retomarse el 26 de marzo de 1969, en el ayuntamiento se recibe un escrito de la Comisión Provincial de Servicios Técnicos solicitando que los pueblos de Benínar, Darrícal y su anejo Lucainena deben hacer una aportación del 25% del proyecto si quieren que se instale el teléfono.

Se había hecho un proyecto y el presupuesto remitido ascendía a 675.000 pesetas, distribuido de la siguiente forma:

-Subvención de la Presidencia del Gobierno: 506.250 pesetas.

-Aportación de los ayuntamientos: 168.750 pesetas.

Tomando como base la última renovación quinquenal de los patrones municipales, a Benínar le correspondía pagar 59.640 pesetas y a Darrícal 109.110 pesetas.

Aquí, en mi opinión se cometió el error de no incluir a la Barriada de Hirmes. A Hirmes llegó la carretera, la luz y el teléfono muchos años después que a Benínar y este sentimiento de dejadez todavía se recuerda.

En septiembre de 1970 la CTNE pide una autorización de los propietarios afectados por los trabajos a realizar. En enero de 1971 el ayuntamiento entrega la documentación y autorización de los propietarios de los terrenos afectados por el paso de la línea. Los trabajos comienzan.

En marzo de 1971 el alcalde da cuenta que para instalar el teléfono era necesario que por los vecinos se cediera un local con dos habitaciones y que tuviera una luz. Los gastos de alquiler y de luz correrían a cargo del ayuntamiento. El concejal Juan Fernández Campoy, con domicilio en la Carretera de Berja a Benínar, sin número, se ofrece a instalarlo en su casa, percibiendo en principio 6.000 pesetas al año por el alquiler y luz, más un dos por ciento de cada conferencia por parte de la CTNE.

El primer modelo de teléfono fue de pared, tiempo después de colocó uno de mesita. En otros pueblos donde llegó antes el teléfono el modelo de la pared era más rústico y no tenía rueda de números ya que conectaba con una centralita que era la que realmente marcaba.





El horario que se establece para el teléfono era de 8 de la mañana a 10 de la noche.

El 16 de junio de ese año el teléfono comenzó a funcionar y fue inaugurado por el Gobernador Civil.

En octubre de 1971 el ayuntamiento desembolsa 84.914 pesetas que es la aportación que finalmente le corresponde, Darrícal con su barriada Lucainena pagan 108.048 pesetas. La distribución se hace con arreglo al censo de población de 1970 que es de 554 habitantes para el primero y 705 para el segundo.

En enero de 1972 se crea un fondo de 12.000 pesetas para que el ayuntamiento satisfaga la relación de conferencias hechas.

En febrero de 1973 se acuerda pagar 1.000 pesetas mensuales por el alquiler y se acuerda en pleno por el ayuntamiento subir 50 pesetas a todos los contribuyentes en los arbitrios municipales para que hubiera fondos.

El funcionamiento era el siguiente, se llamaba y a quien lo cogía se le decía quién era y con quién quería hablar, se colgaba, había que esperar media hora a que avisaran y se volvía a marcar. Muchos fueron los viajes que Juanita o Maricarmen o el que estaba o pasaba por la puerta del bar e iba al pueblo dieron avisando a la gente que tenían una conferencia con Barcelona. Lo malo era cuando había que dar la noticia del fallecimiento de alguien.

Recuerdo a más de un beninero subir la calle Real arriba a buena velocidad para no llegar tarde cuando el familiar volviera a llamar.

Mucho han cambiado nuestras vidas con la tecnología. Ahora todo el mundo tiene un teléfono móvil. Lo que hace 50 años era progreso hoy en día es lo normal.


Saludos Benínar.


Mi agradecimiento a Maricarmen Fernández y a José Antonio Díaz Roda por la ayuda prestada para la realización de este artículo.


sábado, 12 de noviembre de 2022

Eugenia Doucet

Anteayer a la edad de 100 años y seis meses fallecía Eugenia "la canadiense". Mujer que dio mucho (y recibió también) de los pueblos de Benínar y Berja. 

Su libro "Vivencias en la Alpujarra y su entorno" es de lectura obligada para saber cómo era la sociedad alpujarreña de los años 70.




  Saludos desde Benínar allí donde estés.

domingo, 31 de julio de 2022

Memorias de Benínar. Entrevista a Francisco Ramón Maldonado Ruiz

En este nuevo capítulo de Memorias de Benínar entrevisto a Paco Ramón Maldonado Ruiz, al que todos conocemos como Paco “el de Doloricas”.

Hoy nos abre sus recuerdos para compartirlos y rellenar ese vacío infinito en la memoria que nos dejó la desaparición de Benínar. Las palabras se las lleva el viento, la memoria del individuo desaparece con su muerte, sin embargo la escritura pervive y dentro de un par de generaciones, cuando no queden vivos que hubieran paseado por las calles de Benínar, sólo lo escrito podrá explicar que allí, debajo se esas aguas vivió un pueblo, con sus luces y sombras, defectos y virtudes, con una historia en consonancia a su grandeza.


Paco con su mujer e hija en el Reino Unido


Con una maleta de cartón llena de libros Paco dejó su hogar para forjase un futuro lejos del arado. En Almería estuvo residiendo en casa de mis abuelos. Fue Juan “el Ebanista” el que le enseñó a usar la navaja para afeitarse, el que hizo de figura paterna en aquella época. Después esa maleta le llevó a Barcelona… acabando finalmente en Algeciras ejerciendo de profesor.

Fue en Granada, con motivo del nacimiento de la asociación Plaza de Benínar cuando nuestros destinos se cruzaron y esa amistad perdura en el tiempo. Con sus escritos en el blog El Pabilos ha dado desahogo a sus recuerdos y los hemos podido disfrutar tal como él los vivió.

La distancia que nos separa no ha sido impedimento para entrevistarlo, las nuevas tecnologías han hecho este trabajo que aquí os presento.


Abuela materna. Antonia Sánchez Sánchez "la Rubia"


Paco, ¿Qué puedes contarme de tus padres y abuelos?

Mi madre, Dolores, fue de las pocas benineras que pudo salir del pueblo para estudiar Magisterio a Almería. Conoció a unos cuantos amigos. No pudo terminar la carrera ya que se murió su madre y regresó al pueblo. Poco después se casó con mi padre y al quedar embarazada decidió que tenía que parir en la capital. Se fue a vivir a casa de una amiga que vivía en Pescadería (la calle que está por encima de la plaza y que yo visité unas cuantas veces). Allí nací. Cuando se enteró mi padre que tenía un hijo pidió prestada una bicicleta y se desplazó desde Benínar a Almería en tal medio.

No sé si vivió mi madre en Pescadería el tiempo del embarazo, ni cuánto tiempo después de parir, ni en que medio se desplazó mi madre para llegar a la capital... La de cosas que no me contó ni yo le pregunté. Ahora el recuerdo me llena de nostalgia.

Me contaba mi padre que era un alumno destacado en la escuela y que en una ocasión fue el maestro y el cura a la casa de mis abuelos, realizándole a mi abuelo Ramón la siguiente propuesta:

“Su hijo Paco es uno de los alumnos que sobresalen y por ello hemos decidido los dos preparar a tu hijo para se vaya a estudiar a la universidad. Usted aporta lo que pueda que el resto lo ponemos nosotros”.

“No puede ser – le contesta mi abuelo Ramón después de pensar un rato – Tengo cinco hijos y que los cinco estudien una carrera es imposible, por ello, o todos o ninguno”.

No sé qué pensarían las autoridades del pueblo de aquella contestación, lo que ocurrió para el siguiente curso, es que Paco no fue a la escuela. Se levantaba todos los días al amanecer y se marchaba a cuidar unos chotos destetados que tenía mi abuelo Ramón en un corral que había construido en una cueva en el Cejor. De trabajar en el campo y guardar cabras, cuando cumplió apenas los veinte años se lo llevaron a la guerra y cuando terminó, tuvo que estar tres años más haciendo la mili, que le tocó en los territorios que en aquel tiempo tenía España en Marruecos.  

Mis abuelos paternos fueron Mamanona y Ramón, los recuerdo perfectamente y sobre todo a mi abuela que ya casado fuimos a visitarla.

Los maternos fueron Doloricas (Madolores) y Faustino (Papanino). De mi abuelo recuerdo recorrer el puente de su mano para ir a ver a mis padres que estaban cogiendo aceituna en La Mecila.

Había gente en el pueblo que me llamaba Gasparico, no entiendo ni conozco al tal Gaspar o si dicha persona pertenecía a la familia de mi madre o de mi padre. Sé que uno de mis bisabuelos se llamaba Carlos.

Mi hermano se llama Faustino.


 ¿Los mejores recuerdos de la infancia?

Tengo muchos y no sabría cómo calificarlos ni ordenarlos. El rio, la vega, las sombras, el viento, los animales, las amistades...  


Paco con Juan Gutiérrez. Colección Juan Gutiérrez Ruiz


¿Qué recuerdos tienes del colegio?

Mi maestro fue Don Salvador. Tuve también una maestra de Hirmes, amiga de mi madre, que me preparó para irme a estudiar a un colegio que había en la Plaza de la Catedral de Almería. Mi burra me acompañaba, con ocho años, de Benínar a Hirmes y algunas veces nos quedábamos a dormir en casa de “Los Rubios”.

Don Salvador era una persona muy cercana. Recuerdo acercarme a él mucho más que a cualquiera de mis familiares.

Lo recuerdo viendo la televisión en el bar de Joaquín, recién instalada la televisión en Benínar, el bar lleno de gente y en un momento levantarse y gritar ¡blancas!, ¡son blancas!

Blancas eran las bragas de la bailarina que salía en la televisión. La ropa íntima de una mujer se estaba viendo en público. Aquello estaba fuera del contexto social de aquel pueblo alpujarreño.

 

¿Tus juegos de infancia?

Se jugaba a las caras en el Reducto, a la pelota vasca en la pared de la iglesia, tirar piedras con una honda o tirachinas, hacer bancales en la arena de la Ramblilla o en el rio, buscar nidos, poner cepos, tirarse en una “resbaleta” en cuclillas sobre un pie llevando una chumba para que facilitase el deslizamiento, coger insectos…

La de juegos que nos montábamos con una cañavera (simular ir subido en un caballo, un arco para tirar flechas, coger frutas fuera del alcance, tirar huesos de aceitunas con jopos, ponerla de techo en la construcción de una casa...).

Creo que el primer balón que llega a Benínar me lo traen los Reyes Magos a mí. No recuerdo el tiempo que me duró. La primera muñeca que llega al pueblo fue como premio al vender un determinado número de paquetes de pipas. Dicha muñeca la recuerdo estar encima del aparador del piso donde vivían en La Gangosa mis padres.


Calle Real de Benínar. Colección Archivo de la Diputación de Almería


¿Dónde vivías en Benínar?

En la calle Real.  Para situarnos, en la parte norte de la casa estaba la Molineta, en la de arriba había un huerto de naranjos que había heredado mi tía Loreto de mi abuelo Papanino y en la parte de abajo vivía Guadalupe (que tenía de mote “la Cigarrera”).

Frente a mi casa vivía Angélicas “la Ciega”.

También coincidieron en una ocasión el secretario del ayuntamiento cuando yo fui niño que tenía unas crías con quienes jugaba, pero poco tiempo después tuve la suerte que llegasen Andrés “Perejil”, su mujer Isabel y sus hijos Andrés y Antonio, el pequeño. Siempre estábamos juntos Antonio y yo a pesar de la diferencia de años. Ahora cuando nos vemos nos abrazamos y volvemos a aquella Benínar llena de misterio y cosas por descubrir.   

Mi casa estaba a un paso que se llamaba “Las cuatro esquinas” donde coincidían las calles: Real, Ancha y la que iba a la Iglesia.

Mi casa tenía una de las mejores distribuciones que había en el pueblo.

En la entrada había dos puertas, una daba al dormitorio de mis padres y en la otra a la habitación donde murió mi abuelo Papanino, donde después se puso la tienda.

Dos pasos más y entrabas al comedor que tenía una puerta que daba a un dormitorio y otra a la cocina. De allí partían unas escaleras para llegar a la primera planta.

El comedor también tenía otra puerta para acceder al patio y de éste al huerto y la balsilla.

En el pueblo sólo había cuatro balsillas que se llenaba de agua en el invierno, así teníamos agua para todo el año. En aquella balsilla había una pila donde lavaba mi madre y sus amigas.

A un lado de aquel patio estaban donde se criaban los cerdos y al otro extremo un corral donde dormía mi burra que llamaba la “Tía Trina”. También había un borrego, una cabra y los conejos.

Entrando al huerto a la derecha estaba el corral de las gallinas.

En la parte de arriba se encontraban tres estancias, una donde dormíamos mi hermano y yo, otra donde estaban las tinajas con el aceite, llena de cañas donde se colgaban las granadas, los racimos de uva y todos los embutidos de la matanza. La otra habitación era donde estaban los aperos del campo que tenía una puertecita por donde se podía acceder al corral de la burra con unas escaleras endiabladas. A todo lo largo de esta última habitación estaba el pajar.

Me contaron que pude haber nacido prematuro si mi madre no hubiese estado acompañada de alguien con gran templanza y sangre fría. Un día mi madre estaba lavando y apareció una gran culebra a sus espaldas, quien la acompañaba la cogió por el hombro y la convenció para que abandonase en aquellos momentos el lugar. Ella no vio la culebra.

En aquel patio de la casa llegaba todos los años un comercial de Berja que dejaba muchos toneles y sacos de sal. Durante muchos años mis padres eran los que compraban las alcaparras y preparaban la salmuera y a final de temporada se llevaban los toneles llenos de alcaparras en salmuera.

La de historias y sueños por realizar que quedaron en aquel patio al llegar su sueño que podía cumplirse con aquellas alcaparras.


Paco en los Moros y Cristianos

Colección Sánchez-Ruiz Martín-Utrera.


Las fiestas, los Moros y Cristianos.

Cuando alcancé la edad y tuve voz, me dieron el papel de rey cristiano, papel antes representado por mi abuelo Ramón y mi padre.

Recuerdo que todos los años acudía “Quico” (Aurelio Maldonado Sánchez) con la banda de música a mi casa para recogerme, nada más salir vestido de rey, en la puerta la banda tocaba el himno de España, mientras Antonio, mi vecino, me había preparado el mulo para que yo me subiese y llegase a la plaza para empezar la representación.

Cómo no recordar a mi director de escena, a Paco Ruiz.

La representación eran momentos de gran tensión, pero una vez terminados los Moros y Cristianos llegaba a la plaza y disfrutaba a tope. Creo que fui uno de los primeros benineros que bailó suelto un pasodoble, influenciado por los ritmos nuevos que nos enseñaba la televisión. Las maestras del ritmo (en especial “la Corcusa”), la mazurca, el tango, el blas…, los bailes antiguos que aprendieron fuera (¿Dónde los aprendieron y quien la enseñó?) y yo tuve el honor que me lo enseñasen.

Aquellos tres días, eran días para disfrutar de las amistades sentado en un kiosco tomando un helado de avellana (sobre todo los que preparaba Antonio “el Sordo”) y por la noche bailar y bailar hasta el amanecer.

Cómo olvidar la banda de música de Ugíjar.

Cómo olvidar los gigantes y cabezudos y los globos con un algodón empapado en alcohol que soltaba Paco Ruiz que se elevaban y elevaban hasta que desaparecían.

Y el día de “la Zorra”, que era cuando acudía casi medio pueblo de Turón.

Cómo se comentaba cuando un zorrillo entraba en una casa de la plaza.

Cómo sonaban aquellos cohetes que a la mayoría de los animales domésticos les obligaba a esconderse. Cómo olvidar cuando le explotó un cohete en la mano a Faustino el de “la Vegueta” que tenía que mostrar las heridas a cada beninero que le preguntaba.

La de parejas que aprovechaban ese día de la Zorra para llevarse a la novia, sobre todo los de Turón.

Tampoco llegué a comprender las razones que argumentó el cura don Antonio para suspender las dos procesiones del día de San Roque y del día de la Zorra porque una pareja se había pasado en apretones y otras cosas, (como se comentaron) en mitad de la plaza.

Tampoco comprendía a aquellos hombres (que no entendían que bailásemos, disfrutásemos con cada pieza de música) que todas las fiestas se lo pasaban apoyados en la barandilla de la estatua de don Eugenio tomando notas visuales para después criticar el comportamiento de unos y otras.

Termino este recuerdo con el ir casi toda la gente joven a Almería capital para comprarse lo que en las fiestas estrenarían como vestimenta especial. No había problemas para lo que importase aquella ropa, la costeaban las alcaparras. 


Fotografía de Helio Quesada


La emigración

De mi generación para adelante el tema de la emigración se contempla de otra forma.

Los padres que podían costear los estudios a sus hijos los mandaban a la Escuela de Formación para que aprendiesen un oficio y aquellos que no tenía recursos se marchaban al Seminario para no terminar de cura, pero si con una carrera.

Recuerdo que en un verano gracias a la intervención del hijo del “Ebanista” pude estar unos días en el campamento que la Falange tenía en Aguadulce (Campamento Juan de Austria), allí había una persona que intentaba convencernos para que estudiásemos aquello en lo que se tenía vocación. En aquellos días me convencí que yo estudiaría la carrera de Medicina. En mi familia me rompieron la vocación y dijeron que tener una especialidad para incorporarme a la industria era lo mejor que podía hacer.

Todo estaba decidido para mi generación y las posteriores, llegase o no llegase la construcción del pantano, o se iban al Seminario o a la Escuela de Formación y el resto, a la Guardia Civil. Por supuesto, en Benínar no había cuartel3 ni empresas para que trabajasen ajustadores matriceros, electricistas… ni hospitales para médicos.

Una persona mayor que vivía a la entrada del pueblo repetía continuamente: “¡Desertores del arado! Ese es vuestro futuro”, les decía a los jóvenes que se encontraba.

Pero si es que la riada del 1973 nos dio la razón a todos los jóvenes que ya habíamos decidido emigrar. ¡Más claro agua! “San Roque nos ha mandado la señal de que no estamos equivocados, que tenemos que emigrar”. Escuchaba a mi lado decir a los que me acompañaban cuando contemplaba el agua que llevaba el rio a las cuatro de la mañana, que se veía tan claro como en pleno día por los relámpagos. Tanto a los hombres como a las mujeres lo de emigrar lo tenían bastante más claro. Clarísimo.           

Hay temas que hoy se habla de ellos con normalidad sin tener que ocultar nada de nada y hay otros como es el tema de la emigración que en Benínar, hablar de ello, es como cuando al toro se le ponen las banderillas, que el animal se llena de coraje e intenta centrase en el capote que en esos momentos está en la plaza.

Conforme llegan los años y uno es cada vez más mayor en cierta medida, piensa y razona aquellos razonamientos de la mayoría de los benineros que se marcharon como emigrantes, muchos no volvieron nunca y otros volvieron casi obligados por tener aún algún familiar en el pueblo.

Como ya uno conoce tantas historias me atrevo a decir que sólo llegaron con los bolsillos llenos de dinero aquellos que se marcharon a hacer las Américas, porque del resto: ¿Qué fue de ellos? ¿Dónde viven? ¿Cómo viven? ¿En qué han destacado? ¿Les toco la lotería…?

 

Qué bares conociste y sus dueños.

El más destacado de todos, por supuesto, el que regentaba Antonio Campoy.

Puede que fuese la gota o la inmovilidad de la vejez, que en sus últimos días llegaban los clientes y él, sentado en una silla les decía que ellos mismos se sirviesen. Este bar, que tenía una buena cuadra y por ello fue también posada, era el único lugar del pueblo donde se decía que los arrieros también llevaban a mujeres prostitutas para que ejerciesen su trabajo en el pueblo, y sólo se servía vino de la Contraviesa (que llevaban en pellejos los Reinosos de Ugíjar), coñac y aguardiente.

Era donde se amarraban a una reja el mulo o el burro del agricultor que había llegado, había encontrado conversación y el animal podía estar más de un día amarrado en aquella reja que en su gran mayoría, el talante de aquel borracho era tan conocido que ni la mujer ni nadie de la familia se atrevía a soltar el animal y llevárselo a la cuadra de la casa.

Otro bar también importante por la época en que le tocó fue el bar de Joaquín y Rosario, que además de tener una de las primeras televisiones que llegaron a Benínar también en la primera planta se montó la primera discoteca que tuvo aquel pueblo alpujarreño.

Joaquín y Rosario eran especiales, nadie como ellos en el pueblo demostró tener la capacidad para desarrollar tal trabajo.

Bueno, a mí también me toco ser tabernero, pero en mi casa no había mostrador, pero sí que recuerdo en la pared unas cuantas rayas marcadas con una navaja que hicieron un grupo de jóvenes de Turón que llegaron una noche al pueblo. El tabernero era un adolescente y el que servía los vasos de vino no podía aclarar aquellas explicaciones que querían hacerle a los jóvenes benineros.

Hubo más bares, pero de ellos no me acuerdo.




¿Cuéntame cómo era el negocio familiar?

Fui tendero durante mi niñez, adolescencia y parte de la juventud, hasta que me marché a la universidad. Durante tres, cerca de cuatro años en los que mi madre estuvo enferma yo era el que llevaba la tienda. Trabajaba las veinticuatro horas porque, aunque estuviese cerrada la puerta se podía llamar al picaporte para que el tendero despertase y acudiese al otro lado del mostrador.

Aquella tienda empezó vendiendo los metros de tela que mi madre compraba en la calle Las Tiendas de Almería.

Fue aumentando en artículos en la misma medida que Clemencia iba dejando de vender. La tienda de Doloricas fue durante un tiempo la única que había en el pueblo, después apareció la de María Fernández, la de mi tía Antonia y la que cerró el ciclo fue la de Joaquín y Rosario.

El primer frigorífico que llegó al pueblo iba destinado a la tienda. En el congelador mi madre preparaba en una bandeja de aluminio con departamentos (que serían los polos) y que se le ponía un palillo de dientes. Es una de las cosas que recuerdan la mayoría de los que tienen mi edad, los polos que podían comprar a peseta.

Recuerdo que lo que más se vendía eran los arenques (que llegaban en unas tinas de madera), después dichos arenques con un papel de estraza se aplastaban con el quicio de una puerta para quitarle las escamas. También el arroz y el azúcar.

Otro producto estrella era el bacalao que se vendía sobre todo en cuaresma.

Todo se pesaba al principio en una balanza de dos platos, en uno se ponía el producto y en el otro las pesas de kilo, medio kilo, un cuarto u otras pequeñas.

A última hora comenzaron a llegar los refrescos entre los que destacaba La Casera. Cuando alguien tenía una mala digestión acudía a comprarse una Casera para eructar.

No se vendían ni frutas ni hortalizas.

Recuerdo a Anica “la de la Posada” que no quería que lo que comprara se pusiese en papel de estraza, como por ejemplo el arroz. Me decía “niño lo que pesa el papel me lo das de arroz”.

El papel de estraza representaba lo que hoy son las bolsas de plástico. También ahí se iban anotando todas aquellas personas que llegaban a la tienda a comprar fiado.

Por supuesto que llegaban mujeres pidiendo arroz, garbanzos o lentejas y que cuando pusiesen las gallinas liquidarían con los huevos que estaban por llegar.

Recuerdo a una beninerilla que la mandaban a comprar e iba repitiendo por la calle “medio de arroz, cuarto de azúcar, medio de bacalao” y al llegar a la puerta de la tienda comenzaba a gritar: ¿Que me has dicho que compre…?

Al principio de la tienda la mercancía llegaba con la Alsina hasta que se ahorró y se compró un motocarro.

La mejor clienta fue durante un tiempo Antoñica “la Matías” ya que eran cerca de diez de familia, vivía a casi dos kilómetros del pueblo, en la Barriada de las Casas y todas las semanas acudía a comprar sólo una vez. Además, dicha pastora tampoco tenía una burra con aguaderas para transportar todo lo que compraba. Una fiel pagadora que pagaba con los quesos que ella fabricaba o con la venta de cabritillos o con sacos de lana de las ovejas.


Puerta de la iglesia de Benínar por dentro. Autor Paco R. Maldonado Ruiz 


Tus recuerdos de la iglesia

Todos los santos que había en la iglesia estaban metidos en nichos menos la Virgen de Fátima.

Recuerdo ir de crio al encuentro de dicha imagen que llegaba por la carretera de Darrícal en un coche que tenía Antonio y que vivía en Almería capital.

La gente invadía toda la carretera (más mujeres que hombres ya estos apenas frecuentaban la iglesia) pero sobre todo la chiquillería dando voces y cantando lo que ya les habían enseñado las beatas o en la escuela.

 

“El trece de mayo

la Virgen María

bajó de los cielos

a Coba de Iría.

Ave, Ave, Ave María,

 Ave, Ave, Ave María…”

 

Dicha imagen la había comprado Emilia (la que tenía una almazara en el Barrio Alto) y que uno de sus hijos, Antonio, estudió la carrera de medicina.    

El hijo que estaba enfermo era Pedro y llevaba mucho tiempo, pero logró ponerse bueno en plena adolescencia.

No sé si sanó gracias a un milagro de la Virgen de Fátima o que llegase a Benínar por primera vez la penicilina. Lo cierto es que aquel adolescente le dio tiempo de ir también a estudiar fuera.

 

La Guerra Civil

Entramos en un terreno que muy pocas veces los benineros han querido comentar. Caso parecido a hablar sobre las razones de la emigración.

Historias que debía de poner entre interrogaciones ya que nací más de una década después del conflicto.

Sé que en la iglesia del pueblo se reunían los del comité. Que el cura que había en el pueblo huyó disfrazado de mujer camino de Berja. Que una familia formada por unos cuantos hermanos se tuvo que marchar del pueblo ya que fueron parte de los protagonistas en aquella contienda.

Que tiraron a San Roque por el puente y como es una escultura de madera fue flotando en el agua hasta que un paisano se la encontró y la guardó hasta que terminó la guerra. Dicha ¿proeza?, quien la hizo, se debía de haber escrito algo en la iglesia o en cualquier sitio poniendo el nombre y apellidos de aquel paisano y sin embargo aquella persona tiempo después pasó desapercibida. Puede que fuese decisión de él o que el resto de los paisanos no le diesen la más mínima importancia.

Tremendo para mis abuelos Ramón y Mamanona cuando llaman a la puerta y dicen que se llevaban a sus tres hijos mayores al frente de batalla en la guerra.

Creo que las mayores anécdotas que siempre contaba mi padre era lo vivido en la frontera del Ebro. Quizás fuese el lugar más cruel de la guerra. Decía que menos mal que le había tocado el servicio en dicho lugar estando en el lugar más alto y avisaba cada vez que se divisaba la llegada de un avión. También decía que cuando se dejaba la ropa en el suelo él veía como los piojos que estaban dentro del trapo lo desplazaban: ¡Andaban las camisas y los pañuelos! Creo que mi tío Manuel se lo llevaron a un barco prisión que había en el puerto de Almería y mi tío Pepe, en una de las ocasiones que se escapó se subió a un pino, se amarró con la correa al tronco y allí permaneció tres días hasta que dejaron de buscarlo. Cada vez que pasaba la patrulla debajo del pino escuchaba lo que decían aquellos soldados que lo estaban buscando, aquellos comentarios nunca se le olvidó.

Otra cosa que me contaron de la guerra era que mi tío Facundo que vivía en Granada era al que buscaban los benineros desertores de la guerra para que les diese cobijo y a su vez estancia y comida y por supuesto fuese su aval ante las autoridades para estar libres. No pongo nombres por no saber cómo pueden reaccionar sus familiares. Posiblemente aquellos que fueron acogidos por Facundo no podían volver a Benínar al estar el pueblo en zona roja.

De aquella fecha seguro que salió el refrán que solían decir las mujeres: “Si viene el lobo le doy el mulo y si vienen hombres le enseño el culo”.  Era el argumento que utilizaban las mujeres cuando salían de madrugada solas para trabajar en el campo.

Yo me pregunto, ¿Si eso hicieron con el patrón del pueblo… cómo trataron a las demás imágenes? ¿Dichas imágenes fueron repuestas después de la guerra? ¿Quién las compró? ¿Cuál es la razón de reponer dichos santos y no otros?

No recuerdo más nada.


Mineros a principios del siglo XX. Lugar desconocido


¿Recuerdas alguna historia relacionada con el pasado minero del pueblo?

Una vez jubilado es cuando me he interesado por el tema y he comprado aquellos libros que lo tratan. Que me contasen algo de referencia, no recuerdo nada.

Si escuché muchas veces lo del pozo Malacate pero nada en concreto.

Lo que pienso es que las mejores casas que había en Benínar creo que fueron construidas como consecuencia de las ganancias que aportaron el plomo, el esparto, su elaboración y las cenizas, todo ello en el siglo XIX.

Lo que sí recuerdo en una ocasión es ir con mi padre y otro paisano a una determinada cueva del término municipal porque alguien había escuchado que cuando se marcharon los moros se fueron con una mano atrás y otra delante y que sus pertenencias las dejaron escondidas en las cuevas con la intención de volver por ellas. Como decía, fuimos los tres a dicha cueva llenos de ilusión por lo que nos íbamos a encontrar y cuando volvimos… volvíamos tristes, sin apenas decir nada por el camino.

 

¿Sabes algún poema o canción que se cantara en Benínar?

 Sobre los carnavales:

 

“En Benínar no hay mozos porque se han ido todos a Figo,

los tres de Barbarica, el de José Vargas y Vicentillo”.

 

Cuando se limpiaba la uva en el almacén de Antonio Fernández:

 

“El veinticinco de abril

no sabéis que sucedió

por el pueblo de Benínar

un aparato pasó,

y estaban haciendo roscos

en la casa de Angelina,

al escuchar el aparato

todas las niñas salían,

y Nica “la Posa”

 que estaba cogiendo habas

se ha encontrado un papelillo

que era la feria de Cádiar”.

 

Creo que tiene dos himnos San Roque pero ahora mismo no me acuerdo de ellos.

En Semana Santa se tenía que hablar lo imprescindible y bajito. El Domingo de Resurrección “la Niña Carlota”, Lola Ruiz y una catalana que era la mujer de Juanito “el del Puente” (el que llegó a Benínar, se instaló en una casa de la calle Ancha y comenzó a fabricar radios. Recuerdo estar a su vera cuando fabricó la que le encargo mi madre), que eran las cantaoras más bien dotadas, seguro que se han llevado con ellas aquellas canciones que se cantaban en concreto ese día.

 En unas navidades recuerdo, estando de párroco don Francisco, siendo yo acólito, nos llevó a Antonio Blanco y a mí a visitar Málaga y Granada. Fuimos los primeros críos que vimos el mar por primera vez. El cura reunió a las mejores voces que había en el pueblo tanto de mujeres como de hombres y formó un “pedazo coro”, les enseñó nuevos villancicos, los subió a la tribuna (hombres y mujeres cuando aquel lugar estaba sólo reservado a los hombres) y desde entonces sabemos que había una voz impresionante que era Manuel “el Rubillo” que hacía la mayoría de los solos, junto a “la Niña Carlota”. No recuerdo la presencia de una zambomba, pero sí de panderetas, castañuelas y algún otro instrumento.

No recuerdo nunca haber escuchado cantar unos trovos como siempre se han escuchado en Murtas y en Turón. Si recuerdo haber escuchado tocar un acordeón a Pepe “el de la Plaza” y una guitarra o mandurria a Frasquito “el de la Posada”.  Creo que este último donde se ha desquitado en tocar la guitarra ha sido en el asilo cuando después del pantano se marcharon a vivir a Berja.

Unas cosillas quiero contar:

Yo escuche cantar a mi padre y la verdad es que lo hacía muy bien pero nunca lo escuche cantar en el pueblo, en público. Quien le iba a decir que su hijo cantase durante el tiempo de universidad en la Coral de la Victoria en la catedral de Málaga y que después estuviese dentro de un coro cantando durante veinticinco años. Lo que no disfrutó mi padre lo ha disfrutado el hijo. Bueno, también me escuchó cantar en el coro y bailar sevillanas. A mi madre se le caía la baba ver a su hijo en aquellas fiestas.


Benínar en 1983. Construcción del pantano. Archivo Diputación de Almería


Cuando oíste por primera vez que se iba hacer un pantano en Benínar. ¿Qué sentiste al ver la primera excavadora?

No es lo mismo escuchar que se va a construir un pantano y que tu pueblo desaparecerá del mapa cuando se tiene veinte años a cuando ya se cumplieron los sesenta.

Cuando empiezan los sondeos los benineros se dieron cuenta que aquello de la construcción del pantano iba en serio.

Hubo reacciones por edades:

+Los de treinta años para abajo les decían a los padres:

“Con el dinero que nos den me compras un coche, una moto y con lo que nos sobre nos compramos una casa en Berja o en El Ejido. De trabajar en invernaderos será si no sale otra cosa”.

A todos los del pueblo (es un decir ya que eran muy pocos los que dormían y vivían del campo) se les ofreció una casa y un invernadero que tan solo dicha propuesta la aceptaron ¿cinco familias?

Por aquel tiempo se decía que se había construido un pueblo en el Poniente de Almería para acoger a todos los benineros por lo del pantano.

+Los que tenían más de treinta, cuarenta… sesenta, de alguna forma soñaban con una paguita por jubilación (este es un tema que se puede desarrollar: el cómo llegan los benineros a cobrar una paguita de jubilados cuando apenas sí habían cotizado a la Seguridad Social como autónomos). El vivir en una población desde Almería hasta Berja, en cualquiera de ellas seguro que se lo iban a pasar mejor que metidos en aquel pueblo que ya estaba sin juventud.

El problemón les llegó a todas aquellas personas mayores que se defendían perfectamente en la casa donde habían nacido, donde se habían criado y les obligaban a marcharse del pueblo. Personas que no tenían familia y estaban atendidas por sus vecinas como si fueran sus hijos. Personas que llegar a casa donde vivían sus hijos era vivir en un sitio donde te podía atropellar un coche, que se escuchaban ruidos extraños, que no se sabían de donde venían, que era pasar el día entero sentados en el salón viendo la televisión. El ir cuando les apetecía al campo y traer una espuerta de hierba para los conejos, el sentarse a la sombra con unas cuantas vecinas y hacer punto, coser o sentarse y charlar, eso también se lo llevaba la construcción del pantano.

Desde que empiezan los sondeos hasta los tres años de barrenos para obtener las piedras para la construcción de la presa, en ese tiempo aproximadamente cinco años, las estadísticas reflejaban que habían muerto casi todos los ancianos de Benínar.

Al ver las personas mayores como iba desapareciendo la vega, las acequias, todos los árboles, que sólo estaban las casas rodeadas de una planicie que habían construido las máquinas, incluso los cerros ya no eran los mismos, los sentidos les estaban diciendo que aquello era el fin del mundo y por lo tanto que ya les había llegado su hora. Se lo decían sus oídos por aquellas explosiones y el ruido de las máquinas, se lo decían sus ojos al ver como una casa sí y la otra también allí ya no vivía nadie, que sus vecinos se habían marchado. Había desaparecido la tienda, el bar, apenas se encontraban con nadie cada vez que salían de casa y además sus vecinos abrían las manos en expresión de que aquello había terminado. O te marchas o mueres ahogado. Nadie explicaba nada.

Qué difícil es aceptar que el tiempo se agota y que la única solución que te queda es la muerte por culpa de aquellos que habían llegado de fuera y todo tu entorno lo están destruyendo (sin argumentos convincentes), hasta que llegue el momento que tirarán tu casa con ella o él dentro. De día no se podía dormir por el ruido de los barrenos y las máquinas y de noche tampoco al plantearse ¿Dónde me voy a vivir y con quién?

El vivir fuera y acudir por las fiestas al pueblo, cuando se llegaba al Collado y se contemplaba aquel panorama, aquello era desolador y además ni se encontraban palabras ni tampoco las escuchabas que argumentasen aquel desastre. Supongo que cada beninero habrá vivido de forma distinta la transformación de aquel entorno donde has nacido, te has criado y has pasado la niñez, la adolescencia y la juventud.

Con el paso del tiempo y ver que aquel esfuerzo, aquel sufrimiento de los benineros no ha servido para nada. Ver que el pantano sólo se ha llenado una sola vez y que el aporte de agua lo puede dar una desalinizadora, es decir que el pantano o la presa de Benínar no tiene razón de ser con el paso del tiempo, esa conclusión es tan desoladora como cuando contemplamos el charco de agua desde el Cerro de Las Viñuelas.

Si desolador es analizar la actuación de la mayoría de los paisanos cuando llegan las indemnizaciones, casi tiene el mismo valor sentimental de pena, vivir la reacción de los habitantes de pueblos limítrofes y de los regantes que regaron, siguen regando y regarán que se hicieron sordos, que no han llegado a pensar una miaja por lo que pasaron y siguen pasando los benineros, por la construcción de la presa de Benínar.


Benínar en su cénit


Tu último recuerdo del pueblo

Envidio a los de Darrícal, Turón o Murtas, porque pueden caminar por las calles donde vivieron ellos, sus abuelos y sus ancestros. Porque pueden entrar en su casa y vivir dentro de ellas todos aquellos recuerdos buenos y malos. Qué más da si son buenos o son malos, es donde está la historia cosida con la de sus padres y sus ancestros.

Algunos españoles aún no han sido capaces de superar lo ocurrido en la Guerra Civil por la sinrazón de muerte y destrucción que es una guerra.

Lo mismo me encuentro yo de ánimos por la destrucción de mi pueblo y porque mis abuelos (no solo están ellos, también personas entrañables que forman parte de mi vida) están enterrados dentro del pantano y que el remedio que encontraron fue poner una losa de hormigón que con el paso del tiempo está rota y llena de grietas.

Tiene que llegar esa generación que ponga una gran piedra o muchas lápidas donde en cada una de ellas esté grabada el nombre de todos los benineros que la decisión de uno o unos cuantos los condenaron a estar en una tumba indigna.

Eso es todo.

Entrevista realizada en junio de 2017.

 

Los años pasan sin darnos cuenta, el sentimiento es que el tiempo se acelera y corre más deprisa. El mío es que queda mucho trabajo por hacer, mucho por escribir y cada vez somos menos los que pudimos disfrutar de aquel pueblo y contar lo que vivimos. Si tú, querido lector, quieres compartir tu historia escríbeme a indaloxes@gmail.com , nos pondremos en contacto y salvaremos otro trocito de la memoria de Benínar.